Vicente Ferrer – El Periódico del 9/03/2009

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Vicente Ferrer: « Sin la ayuda de la gente sería un papel en el aire »

, Cooperante. Vive en la India desde hace más de 50 años ayudando a los pobres. Su fundación asiste a 2,5 millones de personas. A los 88 años sigue removiendo conciencias.

Vicente Ferrer. Foto: MAR JUNCAS
Vicente Ferrer. Foto: MAR JUNCAS
MARIBEL IZCUE

Nacido en Barcelona en 1920, Vicente Ferrer llegó a la India a los 33 años como misionero y logró el favor de Indira Gandhi para una causa que había despertado recelos. Se asentó en Anantapur, dejó la Compañía de Jesús y se casó con la periodista Ana Perry. La fundación que lleva su nombre tiene más de 150.000 colaboradores en España. Su vida, afirma, es un milagro.

–Viendo cómo ha transformado la zona de Anantapur, una de las más pobres de la India, uno diría que es usted capaz de hacer milagros.
–Toda mi vida es un milagro. Si yo estoy vivo, es por los milagros. Pero confieso que los milagros también se producen porque uno mismo toma cierta parte en ellos.

–¿Por qué eligió la India?
–La India me eligió a mí. En realidad, Dios me eligió a mí desde que nací para que viniera a la India. Me fue preparando durante años. Cuando desembarqué en Bombay, me gustó todo. Me gustaba hablar con gente a la que no conocía de nada, con campesinos, porque conmigo no tenían que esconder nada y me hablaban como lo que eran.

–Al principio su labor chocó con recelos e incluso se emitió una orden de expulsión, a finales de los años 60. Indira Gandhi intervino para que la orden no se ejecutara…
–Las palabras más dulces que se han producido en este mundo las escribió Indira Gandhi: « El padre Vicente Ferrer irá a unas cortas vacaciones a su país y volverá pronto. Será bienvenido otra vez ». Estas palabras son uno de esos milagros de los que hablamos. Yo los experimento. Los milagros siempre me han acompañado en la vida, a veces sin darme cuenta.

–¿Existe una fórmula para erradicar la pobreza?
–Es muy sencillo: repartir. Hay que enfrentarse a la pobreza, salir al ruedo y jugarse el todo por el todo. En su día lo hicimos. Durante una época no pudimos casi ni comer. Decidimos, de alguna manera, hacer ricos a los pobres.

–¿Por dónde empezaron?
–Repartimos el dinero que teníamos entre todos. Entre muchos campesinos que nunca habían tenido nada. Para ellos era como ser ricos. Ha habido grandes sistemas que han tratado de repartir y no han sabido cómo hacerlo: muertes, revoluciones… Aquí todo lo hacemos sin esfuerzo. El dinero que yo recibo me quema las manos, enseguida lo pongo en el banco a nombre de los niños y la gente. Nosotros somos millonarios en nuestros campesinos. Hemos heredado la pobreza del pueblo.

–¿Se trata de dar sin esperar nada a cambio?
–Lo que yo doy no lo quiero otra vez. A veces me preguntan: « Usted, que da tantas casas a la gente, miles cada año, ¿por qué no les cobra una renta? » Y yo digo: ¿para qué? Ellos han sufrido miles de años, trabajando por los demás sin cobrar. ¿Qué voy a pedirles? ¡Si con lo que yo les doy no se cobra todo lo que históricamente les hemos pedido! El día que hagan cuentas, Europa va a temblar.

–¿Qué hace falta para que el modelo de Anantapur se extienda a otros lugares con pobreza extrema?
–Primero tendría que convencer a todas las oenegés, y, claro, cada persona de cada oenegé tiene sus ideas, que a lo mejor son mejores que las mías.

–¿De qué manera le ha enriquecido la India?
–Yo estoy contento con lo que soy: pobre. No puedo ser rico. No lo puedo remediar. El dinero debería ser como el aire, debería repartirse entre todos los seres humanos.

–Ahora mismo, ¿qué es lo que más necesita la India?
–La ayuda, el apoyo de todo el mundo, pero sin pretender cobrar ningún precio a cambio. Ha de ser una ayuda noble, una ayuda que no confunda los problemas humanos y divinos.

–Desde el principio ha dado a su labor de asistencia grandes dosis de humanismo.
–Yo tengo una cualidad muy buena, y es que hago reír a la gente.

–A estas alturas, ¿hay algo que todavía le asombre de este país?
–La India es un gran asombro desde el cielo hasta la tierra, pasando por las montañas. Todo es asombroso, especialmente el mundo pobre del país, tan rico de corazón. Estas cosas no se encuentran fácilmente.

–Cuando era niño, ¿pensó alguna vez que llegaría a cambiar la vida a tanta gente?
–Yo quería lanzarme al mundo imitando a los grandes héroes de nuestra civilización, que dieron sus vidas por otros. Hay grandes héroes. Pero para verlos se requiere que los ojos no estén cerrados.

–¿Y qué hace falta para abrirlos?
–Recibir muchas palizas, y así despertar poco a poco.

–¿Se considera un revolucionario social?
–La palabra revolucionario es muy superficial…

–Entonces, ¿cómo se definiría a usted mismo?
–Sin el apoyo de todos los colaboradores, de la gente en España, yo no sería más que un papel en el aire movido por el viento.

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